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Opinión

Aeroméxico y Delta: una alianza en zona de turbulencia

Publicado

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Mario López Sánchez

La alianza entre Aeroméxico y Delta Air Lines ha sido, durante casi una década, un verdadero símbolo de integración aérea entre México y Estados Unidos. Desde su creación en 2017, la joint venture (Alianza Estratégica) permitió a ambas compañías coordinar rutas, precios y frecuencias como si fueran una sola empresa, ofreciendo a los pasajeros una red aérea prácticamente sin fronteras.

Hoy, esa cooperación enfrenta su prueba más dura desde que se firmó el acuerdo.

El Departamento de Transporte de Estados Unidos (DOT) decidió revocar la inmunidad antimonopolio que sustenta esta alianza, al considerar que ya no existen las condiciones de reciprocidad suficientes.

La resolución obliga a disolver el acuerdo antes del 1 de enero de 2026, lo que pone en jaque una relación comercial que ha transformado el tráfico aéreo en el continente.

Sin embargo, Aeroméxico y Delta no se resignan. Ambas aerolíneas han apelado ante la Corte de Apelaciones del 11.º Circuito para suspender la medida, mientras que el Gobierno de México expresó su desacuerdo y aseguró estar atendiendo las observaciones del DOT (U.S. Department of Transportation).

Más allá del aspecto técnico, lo que está en juego es enorme para ambas compañías y para el país.

Esta alianza no solo mejoró la eficiencia operativa, sino que impulsó el turismo y la conectividad en rutas esenciales como Ciudad de México–Atlanta o Guadalajara–Los Ángeles. Gracias a esa coordinación, millones de viajeros pudieron realizar sus conexiones con mayor facilidad entre ambos países, beneficiando también a destinos turísticos clave como Cancún, Los Cabos y Puerto Vallarta.

Si esta unión comercial se disuelve, la cooperación deberá transformarse.

Lo único que podría mantenerse serían los acuerdos de código compartido o los programas de viajero frecuente, pero sin la posibilidad de coordinar precios ni compartir ingresos. En la práctica, eso significa volver a competir en rutas donde antes existía colaboración.

El pasajero podría ver una ligera competencia en tarifas, pero también una reducción de frecuencias, afectando su itinerario de viaje y la conectividad general.

El turismo de México sería uno de los sectores más afectados.

Estados Unidos es el principal emisor de viajeros hacia nuestro país, y la cooperación Aeroméxico–Delta ha sido clave para sostener ese flujo. Menos coordinación podría hacer que algunas rutas se vuelvan menos rentables o eleven sus tarifas, con un impacto directo en la economía empresa–pasajero.

Aun así, no se vislumbra una ruptura total, sino un “aterrizaje controlado”. Aeroméxico y Delta mantienen intereses comunes: una participación accionaria compartida, una red complementaria de rutas y su pertenencia a la alianza global SkyTeam, que les permite seguir ofreciendo una amplia conectividad internacional.

Todo apunta a que ambas buscarán preservar la esencia de su cooperación, aunque en un marco jurídico aeronáutico distinto.

En el mejor escenario, Aeroméxico y Delta podrían mantener una sociedad más ligera, enfocada en el beneficio del pasajero y en la continuidad de la conectividad bilateral, aunque sin la profunda integración que caracterizó su relación desde 2017.

Por ahora, el vuelo continúa, pero las luces de advertencia ya están encendidas en el tablero.

Aun así, prevalece la esperanza de que esta alianza, una de las más sólidas y estratégicas del hemisferio, logre mantenerse en el aire.

Con mis saludos de siempre.

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