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¿DONDE IR?

Nayarit, el México por descubrir: donde la naturaleza y el alma se encuentran

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Entre el murmullo del mar, la brisa que baja de la sierra y el aroma del café recién tostado, Nayarit se revela como un destino que lo tiene todo. No solo playas, montañas o pueblos con historia: aquí el viaje se convierte en un encuentro entre la naturaleza y el alma.

El estado del Pacífico mexicano es un mosaico que conjuga cultura viva, gastronomía, espiritualidad y hospitalidad genuina. Un lugar donde cada rincón guarda una historia, y cada historia tiene un sabor, un color, una emoción.

San Blas místico: la fe entre el mar y las piedras

San Blas no es solo un puerto legendario; es un suspiro de historia que todavía resuena en sus calles. Entre la neblina matinal y el sonido constante de las olas, emerge la Piedra Blanca —o Tatei Haramara—, un sitio sagrado para la comunidad wixárika, considerado el punto donde nació el mar.

Desde cierta perspectiva, las formaciones rocosas parecen dibujar un rostro en perfil, mientras en la cima, una Virgen de Fátima vigila las aguas como un faro espiritual, símbolo de fe y esperanza.

En este paisaje místico, el viajero no solo contempla: siente. La energía de Nayarit fluye desde su tierra y se mezcla con el vaivén del mar.

A lo lejos, el muelle revive una historia de amor eterno: la de Rebeca Méndez Jiménez, la mujer que cada tarde acudía vestida de novia a esperar al pescador que nunca volvió. Su figura inspiró la canción “En el muelle de San Blas”, de Maná, y hoy, una escultura en bronce le rinde homenaje frente al horizonte donde su esperanza se hizo leyenda.

Y tras la emoción, llega el sabor. Frente al Pacífico, los aromas a marisco fresco invitan a quedarse. Entre las joyas locales, el pan de plátano de Juan Bananas ocupa un lugar especial. En su panadería, con más de cuatro décadas de historia, el aroma a plátano maduro, canela y mantequilla se mezcla con las risas de los habitantes. Juan, su creador, es casi una leyenda viva. Ningún visitante se va sin probar su pan… o sin llevarse una pieza de San Blas en la memoria.

Entre volcanes y vides: la magia de Jala e Ixtlán del Río

Del mar al volcán, el paisaje de Nayarit cambia como si el tiempo tuviera distintas texturas.

En el Pueblo Mágico de Jala, las casas de cantera y las calles empedradas son postales vivas de un pasado colonial que se niega a desvanecerse. En el taller de los artesanos de Coapan, la piedra volcánica cobra forma entre manos que aún conservan técnicas ancestrales.

A lo lejos, el volcán Ceboruco, conocido como el Gigante Negro, se levanta imponente, con su cráter humeante y su historia latente. Es el guardián de estas tierras, testigo de cómo la naturaleza y la fe se entrelazan en una misma esencia.

Jala también sabe festejar. Cada agosto, la Feria del Elote celebra el maíz criollo con la alegría de quienes viven en armonía con la tierra. Comer un elote asado, cubierto con crema, queso y chile, es probar la historia de un pueblo que reverencia lo que siembra.

La música también es herencia: “El Son de la Negra”, orgullo nayarita, resuena entre mariachi, guitarrón y violines, acompañando la vida de pueblos como Compostela, Jala o Santa María del Oro, donde las tradiciones no se cuentan, se bailan.

En Ixtlán del Río, el aroma del chocolate artesanal Ma Nena envuelve al viajero. Hecho con cacao mexicano y técnicas tradicionales, cada sorbo es un regreso a lo esencial.

Más adelante, la Tequilera Real de Ixtlán invita a conocer el proceso del tequila y brindar con un trago que encapsula el espíritu mexicano.

Y en el viñedo Meseta de Cielo, las vides se extienden entre montañas doradas por el atardecer. Una copa en mano, el visitante descubre que en Nayarit también se cultiva la elegancia… con sabor a cielo.

Sayulita: el alma bohemia del Pacífico mexicano

Sayulita no se visita: se vive. Este Pueblo Mágico, con su vibra bohemia y despreocupada, respira surf, arte y color. Las calles empedradas conducen a galerías que exhiben arte huichol, cafés que huelen a coco y a mar, y mercados donde cada pieza cuenta una historia.

Lo que alguna vez fue un pequeño pueblo de pescadores, hoy es un punto de encuentro entre culturas, donde conviven mochileros, artistas, familias y soñadores.

Durante el día, el mar es escenario de surfistas que desafían las olas; al caer el sol, Sayulita se enciende con luces cálidas, música en vivo y mesas frente al mar donde el tiempo deja de tener prisa.

Es un refugio para quien busca desconectarse del mundo sin perderse de la vida.

Punta de Mita y la Riviera Nayarit: aventura entre la selva y el mar

En Rancho Vista Paraíso, en Higuera Blanca, la aventura cobra forma entre montañas cubiertas de selva tropical. Las tirolesas cruzan el verde intenso de la sierra, y desde el aire, la costa nayarita se extiende como un lienzo azul infinito.

El viento en el rostro, el canto de las aves y la adrenalina se combinan en una experiencia que reconcilia al viajero con la naturaleza.

Después, la calma llega frente al mar, en Nayar Senses, un club de playa en Nuevo Vallarta que resume la sofisticación relajada de la Riviera Nayarit.

Entre platillos inspirados en los sabores del Pacífico y cócteles artesanales con mezcal oaxaqueño Sentir, cada bocado recuerda que el lujo verdadero está en los detalles… y en el tiempo para disfrutarlos.

Tepic y Compostela: el sabor de la tradición viva

En Tepic, la capital, la modernidad dialoga con la raíz. En la cervecería Samao, su creador, Omar Salvador Sánchez, comparte la historia detrás de cada cerveza artesanal, elaborada con pasión y creatividad local.

Acompañando la experiencia, el chef Salvador Muñoz Miralrío, del restaurante Vayami, presenta las famosas tostadas raspadas nayaritas: tortillas finísimas, doradas y crujientes que sirven de lienzo para los ceviches del Pacífico. Un arte culinario que se come con las manos y se recuerda con el alma.

La ruta culmina en Compostela, donde el aroma del café anuncia el final del viaje. En La Cumbre de Huicicila, los cafetales de altura dan vida a granos intensos y fragantes que, al probarlos, cuentan historias de familia, esfuerzo y amor por la tierra.

Nayarit, un destino que lo tiene todo

Con más de 27 mil kilómetros cuadrados de naturaleza viva, Nayarit es un edén en equilibrio.

Cuenta con nueve Pueblos Mágicos, una sólida infraestructura hotelera y una conectividad en crecimiento que lo posicionan como uno de los destinos más prometedores de México.

Pero más allá de las cifras, Nayarit es una experiencia: un viaje que despierta los sentidos, que conecta al visitante con su entorno, y que deja en la memoria una certeza luminosa—la de haber descubierto un México auténtico, cálido y sorprendente.

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